Hace algún tiempo que quería reflexionar y compartir una idea, a ver si consigo expresarla bien y conocer el nivel de acuerdo o desacuerdo sobre la misma.
Ya hemos tenido o se empiezan a aproximar otras grandes citas anuales de congresos y jornadas que nos unen a muchos de los que estamos en esto del cambio y la transformación de nuestras organizaciones públicas: Novagob, CNIS, JOMCAL, etc.
Como cada año ahí hemos estado y estaremos. No tengo que explicar aquí la importancia de las mismas y todo lo que sacamos de bueno los que, año a año, participamos en las mismas.
No es la primera vez que surge el debate de la necesaria renovación de las personas que han/hemos tenido un papel predominante en anteriores ediciones, y la oportunidad de que vayan entrando gente «nueva», con nuevas ideas, desde otros ámbitos o puntos de vistas diferentes que puedan refrescar el ambiente y hacerlo más diverso y rico. Estos aspectos se han hablado estos días para Novagob, por ejemplo. Creo que es un reto también que tenemos que superar, de lo contrario los mensajes y los debate podrían llegar a ser repetitivos. Pero aún hay otro aspecto sobre el que me interesa más reflexionar ahora, como decía.
Porque también se dice habitualmente que en estos foros nos encontramos la mayoría de personas ya convencidas y preocupadas por los aspectos que hemos comentado. Las que no necesitamos que nos convenzan. Que nos lo creemos, vamos. A veces conseguimos que «nos acompañen» algunas personas de nuestra organización pública (de nuestro equipo, compañeros iguales o incluso jefes) que andan algo rezagados; para que se inspiren, para que vean que esto no es una secta extraña y que incluso puedan conocer experiencias aplicadas de mejora o transformación real. Y eso no está nada mal.
Puede que me equivoque, pero los que asistimos mayoritariamente tenemos una posición de cuadro medio-alto (normalmente funcionario) en nuestras organizaciones. Incluso me atrevería a decir que bastantes somos influyentes (a veces y paradógicamente más en otras organizaciones que en la nuestra). Pero también es cierto que esa influencia puede cambiar o modularse en algunos años en función de las alternancias de los equipos de gobierno, hemos de reconocer. Pero lo que está claro que en etos foros no están todos o la mayoría de los «decisores», aquellos que tienen la última palabra en las CC.AA, las administraciones locales o la AGE.
A veces están, se les ve, pero suelen aparecer en las inauguraciones o cierres, con formatos más institucionales o protocolarios, o incluso en alguna ponencia más larga, pero centrada en la explicación de alguna interesante experiencia o proyecto novedoso que se ha llevado a cabo en su administración. Pero no se quedan a escuchar o debatir con nosotros.
En mi opinión, y dando por supuesto que el avance de nuestras organizaciones públicas en la ansiada transformación no está siendo el deseado, los que tienen la clave son los que deciden, los máximos responsables (políticos en su mayor parte). Y si tienen la llave de todo esto, tendríamos que meterlos de alguna forma en este tipo de encuentros. Alguien me puede decir que éstos no son sus espacios o foros, que lo que se pretende abordar es algo más técnico.
Pero, en mi opinión, ahora estamos un momento en el que tenemos bien resuelto (al menos bien fundamentados) los elementos claves técnicos, jurídicos, procedimentales y tecnológicos de la transformación, pero necesitamos remover conciencias, cambiar la cultura y prioridades, ponerla de verdad en la agenda política (que poco se ha hablado de esto en las recientes y múltiples elecciones!). A veces, en estos encuentros, tengo como una sensación de que estamos haciendo rayas en el agua.
Mi propuesta es que vengan esos decisores, que tengan más papel, pero de verdad a mezclarse y debatir de forma abierta y sincera con nosotros. Que no se sientan intimidados y que sea confortable el espacio, igual que lo es para nosotros. No para que expliquen las bondades de su organización o proyecto, sino para que podamos preguntarles y que se pregunten ellos: ¿qué impide que se lancen a impulsar de verdad la transformación?.¿Por qué no se lleva a cabo? ¿Cuáles son sus temores y miedos?.¿Por qué no lo tienen tan claro como cuando hablan de transición energética o la mejora de la sanidad y la educación?. ¿Qué condiciones habría que generar para que avanzáramos mejor y a más velocidad?.
Estamos justo ahora en un momento, con una gran renovación de equipos de gobierno, interesante para pensar en una estrategia para tratar de abordar este asunto.
Y dicho esto, yo eso no sé cómo se hace. Pero seguro que habrá gente que sí, como los sesudos y siempre acertados promotores de estos encuentros, que seguro que sabrán encontrar la fórmula. 😉