El sueño consistía en que me encontraba en una especie de selva o bosque,
donde tenía que abrirme paso con un machete o algo parecido para avanzar.
Era muy dificultoso, incómodo y agotador. Sudaba.
De vez en cuando llegaba a algún espacio libre y descansaba un poco.
También de vez en cuando, mientras avanzaba, buscando no sé qué,
podía distinguir un camino ancho que ya conocía.
Sabía por donde transcurría y a donde llegaba.
Esos caminos familiares se me ofrecían tentadores.
Y eran también carreteras, autopistas y hasta elegantes calles urbanas,
llenas de ofertas interesantes: bares, servicios y tiendas exquisitas.
Pero eran eso: seguros, conocidos, monótonos… previsibles.
Como los conocía, los dejaba, me daba la vuelta y seguía.
Y me volvía a adentrar en la selva.
Cada vez era más complicado avanzar.
Pero mi convicción de encontrar lo que buscaba (?) me animaba a seguir.
El tiempo pasaba y me hacía mayor.
De pronto observé un sendero que, nítido,
se me ofrecía seductor, verde, pleno de sombras refrescantes.
No parecía que nadie transitara por él.
No tenía tiendas, ni gasolineras, ni máquinas de vending.
Parecía arriesgado y algo temerario adentrarse en él.
Pero me armé de valor y lo empecé a recorrer.
Tenía que utilizar el machete con alguna rama esporádica que se cruzaba.
Era sinuoso e impredecible. Interesante.
Cada rincón era desconocido. Sugerente.
Imagen: pxhere
Cuando llevaba ya un rato caminando me paré un momento.
Me estaba alejando de todo lo que conocía.
No sabía si sabría volver a esas zonas de confort que he mencionado.
Se apoderó de mí una sensación de miedo, de inseguridad.
Y pensé: ¿cuán largo será este camino? ¿Adónde me llevará?
¿Terminará de forma abrupta o en un precipicio?
Podría ocurrir eso justo detrás de la curva que diviso al fondo.
¿Cuántas repechos y cuestas vendrán? ¿Podré con todos ellos?
Y esa sensación de temor e incertidumbre se hizo aún más fuerte.
Mientras estoy parado y en estas reflexiones,
ahora por fin, tomo conciencia que el sueño no era tal,
que estaba… que estoy despierto!
Y entonces esa sensación de vértigo aún se agrava más,
pero compite, ahora sí abiertamente
con otra extraña e inquietante,
como de un cosquilleo en el alma, esperanzador,
que me invita a seguir adelante.
Veremos a ver…