Me encuentro estos días trabajando en un proyecto de formación para directivos públicos, y me toca hacer reflexionar a los participantes sobre el trabajo en red y la innovación.
Los organigramas verticales, las unidades y departamentos permanentes y fijos, sus dependencias orgánicas y funcionales, las sacras definiciones de puestos de trabajo y otros elementos de este tipo (que llevan sin evolucionar muchos años) en estos momentos están complicando -en mi opinión- el funcionamiento fresco y flexible de nuestras administraciones. No nos permite adaptarnos a las necesidades cambiantes de los ciudadanos.
El trabajo en red, la verdadera orientación a proyectos y programas, la relajación de las jefaturas formales, la organización flexible y la temporalidad de las adscripciones nos dan mucho miedo, lo sé. El día que un funcionario a la pregunta de dónde trabaja no conteste con el departamento en el que está, sino que indique el proyecto o programa en el que está implicado para hacer la vida mejor a los ciudadanos y sea plenamente consciente de ello, habremos avanzado. Es el único camino.
Tenemos la suerte que hoy podemos disponer de herramientas tecnológicas nuevas que nos facilitarían una nueva forma de hacer las cosas. Las herramientas en línea (en la nube) de trabajo colaborativo, por ejemplo, nos permiten ya no sólo trabajar con almacenamiento seguro de archivos compartidos, sino que podemos hacerlo juntos y cocrear con documentos, calendarios comunes, sistemas de gestión de proyectos, mapas, etc.
Tengo la esperanza de que todo esto pueda penetrar en nuestras organizaciones y que nos ayude algún día a repensarnos de verdad nuestras administraciones.
Nota: Imagen de Pixabay