Artículo de Jaime Tovar publicado en el diario Ultima Hora de Mallorca el día 1 de agosto de 2010
El proceso que se ha iniciado de transformación y revaloración de la Platja de Palma por su magnitud constituye una magnífica oportunidad para estudiar, aprender y sacar conclusiones sobre muchos aspectos. Realmente es un proyecto único en España y a nivel internacional que está siendo observado por estudiosos de destinos turísticos maduros, de eficiencia energética o del ámbito social o medioambiental entre otros. Puede serlo también en temas de seguridad.
Es cierto que la seguridad en Playa de Palma es un tema candente, que está habitualmente en los medios de comunicación y los ciudadanos y agentes sociales de la zona quieren centrarse lógicamente en los problemas de ahora, pero lo cierto es que a medida que se produzca una transformación de los espacios públicos y privados de la zona se irá produciendo un cambio en las formas de delincuencia y en otros aspectos que generan inseguridad, asociados también a un cambio del target o perfil del turista que vendrá.
Este proyecto presenta una oportunidad para conocer y anticiparse a los cambios que se van a ir produciendo en las zonas con el proceso de revaloración, especialmente en aquellas que están más degradadas, en las que existe más sensación de inseguridad o que se producen más delitos o infracciones.
Con relación a los problemas actuales de la zona hay que tener en cuenta la inseguridad percibida o la percepción subjetiva de la misma. Ésta no tiene que ver sólo con la inseguridad objetiva o el número de delitos que se producen en una zona, sino que intervienen otros elementos. Esa percepción viene condicionada por aspectos personales como el sexo, la edad y hasta con la ideología de las personas, y también la conforman otros elementos externos como la opinión pública, muy vinculada a lo que aparece y cómo aparece en los medios de comunicación. Es interesante observar que en más de una ocasión algunos estudios han comprobado que niveles altos de percepción de inseguridad no se corresponden realmente con la inseguridad objetiva (más delitos).
El enfoque de proyecto integral y no sólo urbanístico que le ha querido dar el Consorcio de Playa de Palma y las administraciones que lo integran es un escenario idóneo para probar nuevas orientaciones y tendencias en materia de seguridad. Éstas indican que la policía debe preocuparse también de las sensaciones o percepciones de inseguridad, aunque tengan una base subjetiva, y trabajar con otros servicios públicos para reducirla. También dicen que solamente con policía no se solucionan los problemas de seguridad, sino que debe implicarse la comunidad en general, participando en el diagnóstico y corresponsabilizándose con las medidas a desarrollar, para ello las administraciones y la policía tiene que escuchar a los ciudadanos, no sólo a sus representantes si no a la ciudadanía en general.
Además de la actuación de las administraciones públicas y especialmente las policías, es ahora el momento de plantear qué pueden hacer los gestores de los hoteles, los dueños de los comercios, los responsables de las discotecas o bares y también los vecinos residentes en Bellavista, Can Pastilla o S’Arenal de Llucmajor (por poner unos ejemplos) para mejorar la seguridad en la zona de Playa de Palma.
También es una oportunidad para replantearse el modelo de imagen turística que queremos dar en seguridad. Hasta ahora no ha habido muchos avances en dotar a las estructuras policiales y judiciales de un especial “carácter” de calidad turística. ¿Qué estamos haciendo en materia turística realmente?. La policía turística, ahora en revisión, ha constituido un aporte generoso de recursos humanos a las plantillas de las policías locales (turísticas o no), pero realmente no ha hecho aún honor a su nombre. Y no debería ser un consuelo que nadie haya avanzado decididamente a nivel estatal en ese ámbito (tampoco lo han hecho nuestros competidores canarios, valencianos, andaluces, etc.).
Un policía balear o destinado en las Illes Balears debería caracterizase por ser un profesional con vocación de acogida, de receptividad y de tratamiento adecuado al visitante. El conocimiento de los idiomas, de la realidad cultural y de costumbres de los países emisores debería ser la norma. Debería garantizarse la existencia de recursos e instalaciones que faciliten el trance a un turista que ha sido víctima de una agresión o delito, y reducir las consecuencias de la denominada “victimización secundaria” que es más fuerte en este colectivo. Todo ello redundará sin lugar a dudas también en la mejora de los servicios para los residentes.
También en materia de seguridad nos estamos jugando en Baleares nuestro futuro turístico, y Playa de Palma puede ser un buen laboratorio para hacer las cosas de otra manera en ese ámbito e innovar. Dicen que no podemos competir turísticamente con otros destinos vía precio, en seguridad tampoco. Así que tendremos que mejorar la calidad del servicio que prestamos, y aunque es cierto que hay margen para optimizar los recursos existentes y habrá que hacerlo igual que el resto de inversiones que mejoran la calidad del destino, en seguridad eso también cuesta dinero y hay que estar dispuesto a ponerlo (las administraciones y el sector privado).