Estamos en esos días que son buenos para pensar y para cuidar el jardín. Y ambas cosas se pueden hacer simultáneamente.
Arreglando el olivo que estoy modelando desde hace años en casa, pensaba en porqué me gustaba tanto y estaba tan orgulloso y satisfecho de ese trabajo. Y ya véis que no es porque sea especialmente bonito. No tiene nada muy especial. Es cierto que el acaudalado vecino extranjero que tenemos contrata unos magníficos equipos de jardineria de vanguardia que deja unos árboles y setos espectaculares.
Pero creo que nos gustan más las cosas nuestras, las que sentimos como nuestras, las que hacemos, las que «cocinamos a fuego lento», las que tienen una historia detrás. Por cierto, el vecino cada vez viene menos y se rumorea que ha puesto la casa en venta. Sigue leyendo